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10/14/2007

21 de octubre Dia de la Madre

El tercer domingo de octubre se celebra en nuestro país el Día de la Madre.
Sin duda alguna esta mujer que nos dio la vida es, o debiera ser, para todos aquellos que nos sentimos humanos, el ser al cual le debemos eterna gratitud por traernos a este mundo y permitirnos disfrutar de este chispazo en el tiempo que nuestra vida.
Pero tal gratitud no debe quedar simplemente en eso. Debe ir mucho más allá. Debe extenderse en la forma del amor más íntegro hacia quien nos lo dio todo, comenzando por su amor de madre. Y para darle el valor que tiene, recordemos las palabras del poeta cuando dijo "el único amor sincero / es el amor de mi madre".
Para quienes aún la tienen viva, ese día debe servirles para honrarle y demostrarle su devoción en vida, aunque más no sea en la forama de un beso acompañando a un "te quiero, mamá".
Y para los que ya no la tenemos con nosotros, debe servirnos para recordarla con todo nuestro cariño, y para devolverle algo de su amor tratando de ser lo que ella siempre quiso, nada más y nada menos que un buen hijo, digno de ella y su recuerdo.
Como consuelo a mi pena por no tener más a mi lado a doña Feliciana Cañete, quise traer a esta página las palabras de un hijo que en forma de poseía recordaba a su madre de esta manera:
Madre

Hay una mujer que tiene algo de Dios
Por la inmensidad de su amor
Y mucho del ángel
Por la incansable solicitud de sus cuidados.
Una mujer que siendo joven
Tiene la reflexión de una anciana
Y en la vejez trabaja
Con el vigor de la juventud.
Una mujer que si es ignorante
Descubre todos los secretos de la vida
Con más acierto que un sabio,
Y si es instruida se acomoda
A la simplicidad de los niños.
Una mujer que siendo pobre
Se satisface con la felicidad de los que ama,
Y siendo rica daría con gusto su tesoro
Por no sufrir en su corazón
La herida de la ingratitud.
Una mujer que siendo vigorosa
Se estremece con el gemido de un niño,
Y siendo débil se reviste a veces
Con la bravura del león.
Una mujer que mientras vive
No la sabemos estimar
Porque a su lado
Todos los dolores se olvidan,
Pero después de muerta
Daríamos todo lo que somos
Y todo lo que tenemos
Por mirarla de nuevo un solo instante,
Por recibir de ella un solo abrazo,
Por escuchar un solo acento de sus labios.
De esa mujer no me exijáis el nombre
Si no queréis que empape
Con lágrimas vuestro álbum
Porque ya la vi pasar en mi camino.
Cuando crezcan vuestros hijos
Leedles esta página,
Y ellos cubriendo de besos vuestra frente
Os dirán que un humilde viajero
En pago del suntuoso hospedaje recibido
Ha dejado aquí
Para vosotros y para ellos
Un boceto del retrato de su madre.

Del Cardenal chileno y Arzobispo de Santiago Monseñor Ramón Jara

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